jueves, 15 de enero de 2009

HUELLAS DIGITALES - Sergio Gaut vel Hartman

—¿Por qué se mete en lo que no le importa? —dijo Becerra—. ¿Es asunto suyo? ¿Acaso usted es escritor?
—¿No lo soy? —replicó Lauría de mal modo—. ¿Cómo lo sabe?
—¿Leí algo suyo? —Becerra abarcó con un gesto la enorme biblioteca vacía.
—¿Es necesario? ¿Acaso duda de mi palabra?
—¿Para que alguien sea considerado escritor no sería necesario que por lo menos hubiera escrito un puto libro, un cuento en una revista, un poema, un opúsculo? —Becerra empezaba a sentirse molesto; Lauría lo enfurecía con frecuencia, le producía la clase de irritación que no se remedia con baños de té de malva en las zonas sensibles.
—¿De dónde sacó ese disparate? ¿En qué siglo vive, Becerra? ¿No sabe que hemos entrado en la era digital?
—¿Y qué tiene que ver la era digital con los libros que usted no escribió?
—¿No escribí? ¿Cómo lo sabe? ¿Acaso conoce mi colección de libros digitales?
—¿Sus libros? ¿Escritos por usted? —Becerra abrió muy grandes los ojos, tanto que los párpados se le desencajaron, rodaron cabeza abajo, no lograron hacer pie en la nuca y le cosquillearon la espalda antes de precipitarse por la grieta del culo vaya a saber rumbo a qué profundidades.
Pero Lauría no estaba interesado en los infortunios de los párpados de Becerra. Se irguió como si fuera a despegar rumbo a Europa, el satélite de Júpiter y soltó la afirmación más peregrina de los últimos veintisiete días.
—¿Me va a decir que no conoce al gran Carlos Caganovelas?
—¿Debería?
Lauría acarició el teclado con la delicadeza de un Mantovani y en el monitor aparecieron manadas de íconos. 
—¿Ve? —dijo Lauría señalando los archivos con un dedo rematado por una uña larga y sucia.
—¿Qué son?
—¿No lo sabe? ¿No distingue un compilado digital de un archivo de Corel o de Cuack?
—¿Son compilados de Carlos... Caganovelas?
—¿De quién si no? ¿Del pirata Barbanegra? ¿Qué le pasa, Becerra, tomó un litro de matarratas?
Becerra abrió al azar uno de los compilados. Once cuentos sidosos, por Carlos Caganovelas. Abrió otro: Relatos para cagarse de miedo; autor: Carlos Caganovelas. Uno más. Meando en el urinario genial, de Carlos Caganovelas.
—¿Usted escribió todo esto? —Becerra estaba apabullado, turbado, pasmado, azorado, ofuscado, alelado, encandilado y sobrecogido por la sorpresa. Sobre todo sobrecogido. Le resultaba raro enterarse que Lauría tuviera alguna inclinación artística.  
—¿Si no lo hubiera escrito lo mostraría como de mi autoría?
—¿Cómo puedo saberlo? ¿Nunca tuvo noticias de que hay gente que se apropia de las creaciones ajenas y las presenta como propias?
—¿Está insinuando que yo hice algo tan... tan... tan...?
—¿Quiere dejar de sonar como una campana?
—¿Está insinuando que yo me apropié de esos cuentos y los hice pasar como propios?
—¿No me dijo que eran los cuentos de Carlos Caganovelas?
—¿Se da cuenta, Becerra, de la clase de alimaña que pulula por la red de redes?
Becerra se encogió de hombros. Había llegado el momento esperado: Lauría estaba a punto de enrevesar la historia como si fuese un guante de cabritilla.
—¿Que si me di cuenta? ¿Adónde cree que estoy haciendo taller de creatividad literaria?
—¿En la red de redes? —Lauría empezó a borrar los archivos, uno a uno, tratando de liquidar las evidencias de sus latrocinios, pero Becerra fue más rápido y logró capturar siete compilados utilizando el tentáculo neural que le había sido obsequiado por un viajero temporal, de paso por nuestros días. Los tentáculos neurales estarán de moda en el 2047. Sirven para capturar material digitalizado si se utilizan vinculados con un wub electrónico de un terabyte. Pero ese no es el tema de este cuento. Prometo hablar del viajero temporal, del wub electrónico y del tentáculo neural en otro momento.
—¿Estuvo depredando el Taller 77, Lauría? —Becerra repasó los archivos con los compilados a la velocidad de la luz—. ¿Permitió que Carlos Caganovelas violara las tiernas creaciones de las muchachas núbiles y no tanto? ¿Utilizó los textos en su propio provecho? ¿No le da vergüenza?
Lauría pergeñó una mueca sin estrenar; quizá trataba de expresar cierto arrepentimiento, aunque eso está descartado para los que lo conocemos bien, o es posible que por primera vez en su vida estuviera desbordado por la actitud firme y afectiva de Becerra. No era habitual que Becerra superara a Lauría y mucho menos que lo humillara propinándole un gancho al hígado o le diera jaque mate.
—¿Me tendría que dar?
—¿Se da cuenta, Lauría, que eso es plagio, usurpación, fraude, abuso y un rebaño de transgresiones, crímenes y delitos de lo más asquerosos?
—¿Usted no sabe, Becerra, que todo lo que está en la red de redes es material de dominio público?
Becerra miró a Lauría como Julio César a Bruto.
—¿Me quiere convencer de que se puede apropiar de lo que se le ocurra sin pedir permiso?
Lauría alzó los ojos al cielo, como implorándole a Dios para que tuviera paciencia con Becerra, el descerebrado. Cuando regresó a la Tierra su expresión había cambiado.
—¿No se da cuenta, Becerra, de que en manos de Carlos Caganovelas esos textos están seguros, que está garantizada la noble y libre repartija de ideas entre los menesterosos del pensamiento? ¿No percibe que aires nuevos refrescan el ambiente y que esas desgraciadas criaturas, analfabetos funcionales, recibirán por fin su ración diaria de moralejas y enseñanzas, ejemplos y certezas, verdades y modelos? ¿Tan ciego es que prefiere privarlos de la luz sólo para satisfacer el ego corrompido de un par de escritorzuelos engreídos?
—¿Un par? —logró barbotar Becerra.
—¿Dos centenares? ¿Dice algo la cantidad o es la calidad lo que define y delimita?
—¿Me está empaquetando, Lauría?
—¿Yo? 
Becerra quiso cerrar los ojos, pero advirtió que no tenía párpados. Metió dos dedos en el culo y los recuperó.
—¿Qué hice para merecer esto? —dijo Becerra—. ¿Maté, violé, estafé? ¿Por qué entre los siete mil millones de seres que habitan este planeta me tuvo que tocar justo a mí? ¿Por qué? ¿Hay una explicación en alguna parte?
Lauría puso una mano sobre el hombro de Becerra, con la otra le acomodó un mechón de pelo rebelde y le dijo con mucha suavidad, como si le hablara a un niño.
—Venga, Becerra, yo le voy a explicar. 

3 comentarios:

  1. ¡Oh! Muy malo lo de Caganovelas...
    Lo que está genial, pero genial, es el detalle de todo el cuento dialogado ¡en preguntas! Trabajito que habrá costado ¿no? Impresionante.

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  2. Esta vez, L&B se han puesto casi serios. Ay! Ese Caganovelas es un personaje muuy malo. Más malo que bush. Coincido con pato, la última línea es para denotar el resto. Quedo a la espera de wub y otros temas prometidos.

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  3. Estoy reordenando los cuentos terminados y los borradores de la serie de LyB y descubro que tengo 10 (diez) cuentos empezados, algunos casi terminados, además de los 5 (cinco) que están terminados y aún no subí. O sea que hay LyB para un par de meses.

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